Como venimos trabajando en nuestros artículos y vídeos sobre TOC este
trastorno es bastante invalidante, pudiendo llegar en los casos más graves a
impedir al paciente toquiano a realizar actividades vitales como el amor o la
creación.
En el presente artículo vamos a realizar un estudio acerca de cuáles son
los principales síntomas que se ponen de manifiesto en el Trastorno Obsesivo
Compulsivo, así como las inhibiciones habituales, a qué se deben y porqué se
mantienen. Así mismo, hemos de explicar que los síntomas son sólo la cara
visible del trastorno, ya que la causa del mismo, lo que lo produjo y lo
sostiene, es inconsciente y por tanto, es sobre estos factores inconscientes de
la personalidad del paciente toquiano sobre los que hay que trabajar para que
los síntomas desaparezcan, no sin antes haberle aportado al paciente una
estructura complementaria que le aporte la fortaleza y las herramientas para
que no sea necesario enfermarse nuevamente.
En el TOC hay en juego un deseo sexual infantil sometido a una fuerte represión.
Como en toda
estructura psíquica, los síntomas del TOC no son
más que intentos de solución de un conflicto, un conflicto entre el yo y la
libido que en su devenir produce (como vimos en un artículo anterior) una regresión a la fase sádico-anal de la constitución sexual humana y el fracaso de la
represión del deseo se convierte en temor acechante. Ese choque entre la fuerza
represora y el deseo que trata de expresarse produce continuos reproches transformados, obligaciones
insensatas, prohibiciones absurdas, ideas ajenas al interés y penosos
ceremoniales de actos que no brindan al paciente toquiano ningún placer.
Las restricciones y preceptos morales del
neurótico obsesivo se desarrollan como forma de expiar sus crímenes fantaseados y de evitar la tentación de cometer nuevas faltas. Su
delito consiste principalmente en padecer sentimientos hostiles, no puramente
psíquicos, ya que tales tentaciones entrañan una parte de verdad histórica.
En el TOC, la represión primitiva del deseo sexual por la madre y
la hostilidad hacia el padre, fundante
del inconsciente, da paso a represiones secundarias que recaen sobre todo
aquello que roza lo primordialmente reprimido. El impulso hostil hacia el padre también es libidinoso, apareciendo la ambivalencia característica
del TOC, por regresión a la fase sádico-anal, donde el afecto sádico sustituye a la tendencia
erótica.
En el paciente Toquiano la evolución del yo se anticipa a la evolución de la
libido. El sujeto se ve obligado a la elección de objeto en un periodo en que
la función sexual no ha alcanzado aún su forma definitiva dando lugar a una
fijación en la fase sádico-anal. De este modo, desarrolla una supermoral para defender su amor frente
a la acechante hostilidad. Al principio, la represión se realiza con éxito: la
representación es rechazada y el afecto desaparece, creándose un producto
sustitutivo por formación reactiva, una modificación del yo: se incrementa su
conciencia moral. Posteriormente,
debido a la relación de ambivalencia en la que se encuentra incluida el impulso
sádico, la represión fracasa y se produce el retorno de lo reprimido.
El obsesivo se
siente culpable por algo que desconoce, por algo no cometido, pero sí deseado:
la muerte del Otro. La culpabilidad
en el obsesivo se refiere a un goce consumado de manera imaginaria del cual se
castiga sin llegar a la acción.
La influencia del
impulso retornado se percibe como tentación, ante lo que nace la angustia que
se apodera del proceso de represión en forma de angustia expectante, angustia social, angustia moral, escrúpulos y
reproches que se asocian, por desplazamiento, a representaciones diferentes a
la rechazada, habitualmente elementos nimios e indiferentes.
Para evitar el displacer asociado al fracaso de la represión del afecto, el
neurótico obsesivo pone en marcha mecanismos
de fuga, evitaciones y prohibiciones pero de manera inconsciente la idea
continúa y los ceremoniales obsesivos
se convierten en una interminable lucha por paralizar el impulso y evitar la
acción. La renuncia a la satisfacción pulsional no es suficiente para la
conciencia moral que, conectada con el Ello y conocedora de los deseos
prohibidos del sujeto del inconsciente, se torna cada vez más exigente, llegando a ser
tiránica.
El neurótico
obsesivo teme y reprime el odio infantil que siente hacia el padre por deseo
hacia la madre. La sobreestimación del poder de sus fantasías y actos mentales,
la “omnipotencia de las ideas” y la creencia en la fuerza mágica de las
palabras le llevan a sospechar que sus deseos se convertirán en realidad.
El odio es rechazado a lo inconsciente desde donde sobredetermina el resto de
funciones sin que la conciencia sepa nada de ello. Por reacción, el amor
consciente, se intensifica en un esfuerzo por mantener reprimidos los impulsos
hostiles.
El paciente toquiano se mantiene en perpetuo
estado de indecisión a consecuencia de la inhibición del amor por el odio,
cuando se propone realizar algún acto. Frente al amor intenso también existe un
odio intenso que lo conduce a una parálisis parcial de la voluntad. Duda de lo que para él debería ser lo más
seguro, su propio amor, y si duda de esto cómo no difundir esta duda sobre todo
lo demás, desplazándose sobre las cuestiones más nimias e indiferentes.
La obsesión constituye
una tentativa de compensar la duda y rectificar el insoportable estado de
inhibición. La intensa actividad mental
queda sexualizada y la inmersión en un laberinto
de pensamientos que se anulan unos a otros, agota al enfermo. Las acciones obsesivas suponen una resolución de los
dos impulsos contrapuestos mediante la formación de productos transaccionales
que en ocasiones recuerdan a las conductas onanistas.
Con el desarrollo de la sintomatología el paciente toquiano intenta
protegerse frente a sus deseos hostiles.
Cuando comienza su psicoanálisis pueden pasarle otras cosas.
Virginia Valdominos
Psicoanalista de la Escuela Grupo Cero.
Tfno. 91.1257747
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